A SIETE AÑOS DE SU MUERTE: CARTA ABIERTA A DOLORES O’RIORDAN

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Por Beto Arán. 

Un 15 de enero de 2016, se apagó para siempre, una de las voces femeninas más influyente y recordadas de los 90′. 

Desde adolescente admiré tu valentía y prestancia. Un estrella sumergida en el mundo del rock, intentando brillar, denunciar, coexistir. Tienes una magia única e irrepetible, en pocas palabras… un talento innato. A veces te entiendo y en otras me es imposible. Pero te respeto y lo haré por siempre querida amiga. Nunca olvidaré cuando me dijiste: “Estoy tan triste y sabes que estoy loca por ti”. Sentí tu fuego, el mismo que hoy me quema y derrite.

La pasión que en mi adolescencia me obligó a tomar una guitarra para derrochar mis sentimientos. Quizás, entendiendo que la música es un idioma. Mientras tanto, la vida te absorbe como una estrujada carta que se deslava y rejuvenece cada cierto tiempo. Nunca te dejaré de agradecer tan bellas lecciones.

Cuando te vi cantar, cómo olvidar. Ese mismo día tocaba Metallica y opté por la decisión más sabia de mí vida: admirarte, escucharte y sobrecogerme. Nunca supe si tú sabías que yo estaba, así son las amistades. Es dar sin recibir, esperar sin aguardar. Tú me entregaste y cobijaste con cariño esa calurosa noche del 26 de enero en 2010, por aquellos días en que el mundo se me caía a pedazos.

Sin embargo, tu presencia fue mi consuelo para soñar por futuro algo más prometedor. Lo disparatado de la historia es que lo lograste, sin conocerme y muy probablemente sin tan sólo mirarme. Mis ojos de tristeza apostados a un costado del escenario, fueron testigos de la sanación a un millón de problemas resueltos por tu bella garganta. Un músculo dulce, tierno y fraternal.

Cuando me enteré de tu partida, lo pasaba mal. Y te lo digo, me dejaste peor. Aún había mucho que conversar, libros por discutir y enciclopedias que analizar. Tampoco estuvimos en la cama de un viernes a un domingo, eso fue sólo parte de mi imaginación. La misma que me transporta a esa decisión que tomaste sin consultarme. Tal vez, ahora estaríamos dialogando de catolicismo, sobre el jodido rock y,  en una de esas, sobre tu querida Irlanda. Da lo mismo, sé que algún día hablaremos.

Te amo Dolores, ya llegará el tiempo para conversar en paz.

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